¿Sabíais que al barrio del Poblenou se lo conocía como el Manchester catalán? Y es que durante el siglo XIX decenas de fábricas textiles se instalaron en esta barriada de Sant Martí. Con ellas aparecieron casas obreras (y alguna modernista), ateneos y muchas chimeneas. En esta ruta en bici descubriremos algunas de las principales fábricas que se han conservado y no han acabado siendo un Zara. Y ya que estamos, os recomendaremos rincones que nos gustan y también donde desayunar o probar una de las mejores horchatas de Barcelona.
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El Poblenou es, seguramente, uno de los mejores barrios de Barcelona para vivir. Llano, cerca del mar, con grandes parques y espacios abiertos, un buen tejido comercial y de restauración, interesantes propuestas culturales… El problema es el alto precio de la vivienda, como también ocurre en otras zonas de moda de la ciudad. Pero Poblenou no fue siempre un lugar perfecto para vivir. Hace un par de siglos, cuando la industrialización se extendió por nuestro país, era un barrio pobre, contaminado y nada habitable.
El derribo de las murallas de Barcelona a mediados del siglo XIX propició que muchas industrias se instalaran en el Poblenou, una zona poco habitada, con abundancia de agua (de ahí el nombre de la estación de metro Llacuna), cercana a Barcelona y también a la línea de ferrocarril de la costa, la primera de la Península. Primero fueron fábricas textiles, pero luego llegaron metalúrgicas, alimentarias…
La historia de cómo el Poblenou ha evolucionado de barrio de pescadores a barrio tecnológico (22 @) es muy interesante, pero no la queremos –ni podemos– explicar toda aquí. Es por ello que en este post sólo damos pinceladas históricas de algunas de las fábricas importantes que se establecieron. Si queréis profundizar sobre la materia, podéis consultar algunos de los libros que recomendamos al final del post u os podéis poner en contacto con el Arxiu Històric del Poblenou.
A Poblenou se puede llegar desde muchos lugares: desde el centro de Barcelona (si venís de la calle de la Marina, a través de la histórica calle de Pere IV, por ejemplo); desde la zona de Glòries (Clot); desde Sant Martí de Provençals (es decir, desde la Gran Vía); y desde Sant Adrià del Besòs (si entráis por la zona del Fòrum). También podéis llegar en metro, parando en las estaciones de Llacuna (la zona más industrial actualmente), Poblenou (el corazón del barrio) o Selva de Mar (nueva zona de oficinas).
En esta ocasión, nosotros proponemos empezar la ruta en Brompton en Selva de Mar/Diagonal, en concreto, en la terraza del bar Fisterra. En este local podéis coger fuerzas degustando un delicioso bocadillo de tortilla (hacen de muchos tipos diferentes), salchichas o morcilla.
Hasta no hace tantos años, la Diagonal estaba cortada entre Glòries y el actual Fòrum: había casas baratas y algún restaurante como el mítico el Rancho Grande. Actualmente esta avenida es moderna y circulan todo tipo de medios de transportes, incluso el Tram. A pesar del tráfico, es una avenida agradable para pasear, ya que existe un carril bici por cada dirección sobre la acera desde Glòries hasta el Diagonal Mar (y más allá).
Pues bien, si bajamos en bici por la calle de Selva de Mar dirección a la playa, en un par de minutos nos plantamos ante la Torre de les Aigües del Besòs, un espectacular depósito de agua que hoy acoge la sede del Arxiu Històric del Poblenou (en la base) y un mirador (arriba de todo).
Hay que remontarse a los años 1875 y 1876 para encontrar el origen de esta torre. Aquellos años fueron de extrema sequía en la ciudad de Barcelona, lo que propició la construcción urgente de un gran depósito de agua, como ya tenían otras ciudades europeas. En 1882 se inauguró el flamante depósito proyectado por Pere Falqués pero desgraciadamente, pocos años más tarde, en 1889, el agua almacenada en el depósito presentaba altos índices de salinidad, lo que propició el abandono del proyecto.
¿Sabíais que la Torre de las Aigües tiene 63 metros de altura y que el depósito podía almacenar hasta 600 m3?
En 1895 pasó a manos de la Sociedad General de Aguas de Barcelona (SGAB) y en 1922 se vendió la propiedad y la concesión al complejo metalúrgico de Can Girona, propiedad de MACOSA (Material para Ferrocarriles y Construcciones SA ).
Hoy en día la Torre es propiedad del Ayuntamiento de Barcelona, y el Arxiu Històric del Poblenou ofrece visitas guiadas. No te las pierdas, ¡la historia de la Torre es muy curiosa y las vistas desde arriba son sensacionales!
California tiene un Palo Alto donde conviven las principales empresas tecnológicas del mundo. Pero en el Poblenou tenemos nuestro propio Palo Alto, de donde han surgido iconos como el Cobi, diseños de interiores de Fernando Salas o esculturas de Xavier Medina Campeny. Este oasis creativo se encuentra a pocos minutos en bici de la Torre del Besòs en dirección a la Rambla. Aunque hay que dar un poco de vuelta, recomendamos que vayáis por la calle Taulat, una amplia y agradable avenida en este tramo. Después, subid por Bac de Roda y girad a la derecha en Pellaires. En poco más de 2 ‘en bici os plantaréis en la puerta de Palo Alto.
Bastante gente ha descubierto con la celebración del Palo Alto Market que en la calle Pellaires 30 había una fábrica. Lo cierto es, sin embargo, que la historia de este espacio industrial que hoy es un clúster creativo se remonta a 1857, cuando se instaló La Curtidora Catalana. Unos años más tarde, en 1875, los empresarios textiles de la lana Ramon Gal y Joan Puigsech ampliaron el espacio, que fue pasando de manos en manos hasta su abandono, en la década de 1980.
En 1987 apareció en escena el empresario de la comunicación Pierre Roca, quien con otros compañeros del sector rehabilitó y llenó los cerca de 8.000 metros cuadrados que tiene el recinto y fundaron lo que se conoce ahora como Palo Alto.
Actualmente Palo Alto se puede visitar cada vez que se celebra un Market y también cuando se organizan visitas guiadas al espacio, principalmente a cargo de la Fundació Palo Alto.
Aunque no es una antigua fábrica, esta pequeña plaza (una de las más bonitas de Barcelona, para nosotros) merece estar en este post. Situada muy cerca de la Rambla del Poblenou, la calle Taulat y los míticos edificios Tupolev, la Plaça de Prim representa el corazón del Poblenou más antiguo. La falta de tráfico rodado nos transporta a un tranquilo pueblo de pescadores y convierte la plaza en una parada obligada. Para llegar desde Palo Alto recomendamos, de nuevo, hacerlo circulando por la calle Taulat; un paseo que dura apenas 3 ‘.
La Plaça de Prim –o Plaça dels Pescadors– se construyó a mediados del siglo XIX y era el lugar de residencia de los pescadores del barrio. Se comenta que también vivieron los icarianos (los socialistas utópicos seguidores de Cabet que dieron nombre a la Avenida Icaria de la Barcelona Olímpica). Como veréis, el espacio se mantiene fiel a sus orígenes (sin construcciones extravagantes o modernas). En la plaza, además de tranquilidad, se encuentra el restaurante Els Pescadors, donde cocinan unos arroces espectaculares (por buenos y por caros). ¡Y en el callejón Vidal y de Valenciano hay un mural precioso de Neus Català y una casita baja llena de plantas que es la estrella de Instagram!
Si seguimos pedaleando por Taulat, cruzamos la Rambla del Poblenou y subimos una calle, hasta Dr. Trueta, pronto llegamos a La Flor de Maig, una de las muchas cooperativas de consumo que nacieron en el barrio. La Flor de Maig la fundaron 16 obreros en 1890 que aportando 25 pesetas cada uno les permitió comprar un banco de madera, un litro de petróleo, un quinqué, un barril grande, un embudo, seis vasos de cristal, un juego de medidas para el litro y una partida de vino común.
Con el paso de los años la Cooperativa fue creciendo hasta convertirse en una de las más importantes del país. De hecho, en 1908 adquirió una finca rústica en Cerdanyola donde construyó una granja que servía para abastecerse de productos frescos, hortalizas y carne. La Flor de Maig estuvo operativa hasta 1950, año en que tuvo que cerrar a causa de una fuerte crisis. La antigua sede de la calle Doctor Trueta 195 fue recuperada en 1978 por la Asociación de Vecinos del Poblenou y la convirtieron en un ateneo que aún existe.
No muy lejos de la Flor de Maig, si seguimos en la Brompton dirección Barcelona, llegamos al Cementerio del Poblenou. Os recomendamos que toméis Taulat. Aquí no es una ancha avenida, pero sí una calle de sentido único con carril bici. A pesar de que el cementerio tampoco es una fábrica, recomendamos su visita por el arte que acumula y por los personajes ilustres que han encontrado reposo eterno.
Con cerca de 200 años de historia, el Cementerio de Poblenou (o también conocido como Cementerio del Este o Cementerio Viejo) es el más antiguo construido «a las afueras de la ciudad». Se inauguró en 1819 después de que el primero fuera destruido durante la guerra de la Independencia. De estilo neoclásico, fue ampliado la segunda mitad del siglo XIX para que familias acomodadas de la burguesía barcelonesa levantaran panteones preciosos. No os vayáis sin ver el «Beso de la muerte» (obra de Jaume Barba, del 1930) ni sin pasar a visitar el Santet y pedirle más carriles bici para la ciudad.
El Cementerio del Poblenou está catalogado como Bien Cultural de Interés Local y algunas de las celebridades que descansan son Josep Anselm Clavé, Narcís Monturiol, Mary Santpere, Serafí Pitarra o la familia Maldà. Aquí podeís ver los VIPs que están enterrados.
El Santet, o Francesc Canals i Ambrós en su partida de nacimiento, fue un joven barcelonés que murió en 1899 con sólo 22 años de edad. En vida fue una persona muy querida por los vecinos y su muerte (nunca clara) trastornó la sociedad de la época. Su tumba es todavía venerada por muchos, ya que se le atribuye la concesión de deseos. ¿Os animáis a dejarle una nota pidiendo uno?
Si queréis visitar el cementerio con calma, podéis apuntaros a las visitas guiadas que ofrecen el primer y tercer domingo de mes. También hacen alguna nocturna con motivo de Todos los Santos. Más información: aquí. Una vez salgamos del cementerio volveremos por la calle Dr. Trueta y en 3 ‘en bici estaremos de nuevo en la rambla del Poblenou.
La Rambla del Poblenou (conjuntamente con la calle peatonal Marià Aguiló) es el verdadero corazón comercial del Poblenou. Fue proyectada dentro del Plan Cerdà y abarca desde el Parque del Clot (por encima de la Gran Vía) hasta el Passeig Calvell, muy cerca de la playa. Desde hace muchos años podemos disfrutar de un tramo nuevo de la Rambla, lo que va de Pere IV a la calle Perú, pero diría que para la mayoría de vecinos y vecinas, la Rambla del Poblenou (o la Rambla, a secas), ha sido y siempre será el tramo comprendido entre Pere IV y el Passeig Calvell.
¿Sabíais que inicialmente recibió el nombre de Paseo del Triunfo, aunque siempre se la ha conocido como Rambla?
Pasear por la Rambla siempre ha sido un placer, ya que tienes la sensación de estar en un pequeño pueblo y no en la gran Barcelona. Sin embargo, esta sensación ha cambiado bastante en los últimos años, sobre todo en los meses de más calor, cuando una legión de turistas ocupan el tramo central del paseo y las numerosas terrazas de los bares, donde abundan las sangrías y las paellas congeladas. En todo caso, queríamos hablar en este post porque es muy agradable recorrerla en bici por los carriles laterales y porque hay un par de edificios que nos encantan.
El primero que queremos destacar está situada en la Rambla número 51 y es obra de Josep Masdeu Puigdemasa. Se trata de la Casa Josep Creus Aymeric, un espectacular edificio residencial que se construyó entre 1912-14 y que destaca por sus esgrafiados florales. También llaman la atención los forjados de los balcones individuales y sobre todo el color intenso de toda la fachada. Si publicáis alguna foto de este edificio a vuestras redes sociales, ¡tenéis los likes asegurados!
Para llegar al segundo edificio del cual os queremos hablar debemos subir por la misma Rambla hasta el cruce con Pallars. Allí encontramos la casa Ramon Serra, otra joya modernista construida por el arquitecto Jaume Bayó entre los años 1906 y 1909. Fijaros bien en el coronamiento del tejado y los esgrafiados florales del piso superior. En los bajos se encuentra Can Recasens, uno de los restaurantes con más éxito del barrio, donde podréis degustar buenos embutidos en un local preciosamente decorado. Eso sí, desde que se ha puesto de moda (y ampliaron el local), cuesta encontrar mesa.
No os podéis ir de la Rambla del Poblenou sin parar en el Tio Che, ¡un negocio familiar y centenario donde podréis degustar una de las mejores horchatas de Barcelona! Además de horchatas también sirven leche merengada, helados, granizados y murcianos (horchata con granizado de limón, nuestro preferido).
Ahora nos trasladamos a una de las zonas del Poblenou que está cambiando más. Subimos a la bici, ponemos rumbo a Glòries y antes de llegar nos encontramos Ca l’Aranyó. Está justo detrás del Museo Can Framis, en la polémica Súperilla del Poblenou.
Esta fue una de las fábricas más importantes del barrio y hoy acoge un moderno campus universitario de la UPF. Ca l’Aranyó data de finales del XIX (1878) y estaba dedicada a la producción de algodón. La fábrica tenía una nave con telares y un almacén, y destaca por ser la única factoría de pisos de Cataluña donde se adaptó el uso de la estructura metálica (de estilo británico) en lugar de la tradicional catalana.
En medio, una impresionante chimenea de ladrillo visto que aún hoy saca vapor algunos días cuando se pone en marcha la calefacción de la universidad. La fábrica fue remodelada en varias ocasiones hasta que en 1986 cerró definitivamente sus puertas. Si subís a las tres plantas superiores del edificio, disfrutaréis de unas vistas espectaculares del barrio.
Si estudias en la UOC, seguramente te sonará este nombre, ya que es donde tiene su sede la Universidad Oberta de Catalunya. Pero antiguamente, este edificio era otra cosa: una fábrica de indianos (Jaumandreu y CÍA). Para llegar a Can Jaumandreu desde Ca l’Aranyó os recomendamos tomar la Diagonal hasta la Rambla del Poblenou y luego subir dirección montaña.
Jaumandreu y Cía fue una de las primeras fábricas que se instaló en el Poblenou. El edificio actual fue construido en 1873 y se lo conocía como Vapor de Llana. Se trata de una construcción de ladrillo de planta baja más un piso, con cubierta a dos aguas y una imponente chimenea de planta octogonal de 38 metros de altura. El espacio ha sido completamente restaurado y ocupa un lugar predominante del tramo Rambla entre la Diagonal y la calle Perú.
Ahora volvemos al centro del Poblenou. Para llegar a Can Felipa bajaremos en bici por la Rambla del Poblenou hasta la calle Camí Antic de València, donde giraremos a la izquierda hasta ver Can Felipa. Este voluminoso edificio blanco inmaculado que recuerda tanto a París actualmente acoge un centro cívico, un gimnasio y diferentes salas polivalentes donde se hacen exposiciones y obras teatrales. Sus inicios, como no podía haber sido de otra manera, fueron industriales.
¿Sabíais que el nombre de Can Felipa se remonta a mediados del siglo XIX cuando Felipe Ferrando abrió una pequeña fábrica situada en las calles Marià Aguiló/Pallars?
Los primeros humos salieron de la chimenea hacia el 1856. Después de diferentes ampliaciones se constituyó la empresa Manufacturas Reunidas del Textil S.A., convertida posteriormente en la Catex (Central de Acabados Textiles). Esta fábrica del ramo del agua se dedicaba al blanqueo, tintado y estampado de algodón. La actividad industrial duró hasta 1981, cuando la crisis del sector obligó a cerrar las puertas. Podéis disfrutar de las vistas del edificio tomando unas bravas en los bares que hay justo en frente y que ocupan lo que antiguamente eran los vestuarios de los obreros. Junto a Can Felipa encontraremos nuestra próxima parada: la Sala Beckett.
Con el traslado de la Sala Beckett del barrio de Gracia en la calle Pere IV 228, el Poblenou ganó un importante espacio de cultura. Pero no sólo eso: permitió que el antiguo edificio que pertenecía a la Cooperativa Pau i Justícia se remodelara exquisitamente (actuación de los arquitectos Flores y Prats) conservando elementos decorativos existentes: detalles de madera, pavimentos de mosaico hidráulico, vidrieras, cornisas y rosetones.
La Cooperativa Pau i Justícia era otra de las grandes cooperativas obreras que se crearon durante el siglo XIX en el Poblenou. La fundaron 18 trabajadores del barrio en 1895 y estuvo operativa hasta la década de 1980. ¡Llegó a tener más de 1.200 socios, siete secciones culturales y una escuela mixta!
Además de la fotogenia que tiene el edificio desde el exterior, el interior es genuino. Cuenta con un acogedor bar-restaurante al que se accede desde un ahora pacificado calle Pere IV. Si paráis a tomar un vermut o comida, ¡que no se os olvide pedir una mesa que dé a los ventanales! De nuevo, preparad la cámara; ¡el espacio tiene mil rincones para fotografiar!
Cuando salimos de la Beckett podemos coger el carril bici de Pere IV dirección al Parque Central del Poblenou, cruzar la Diagonal, girar a la izquierda por Espronceda y subir una calle por la acera, ya que el tráfico rodado baja hacia el mar. La fábrica de Can Ricart es un gigante recinto industrial neoclásico levantado en 1853 que conserva –aunque en muy mal estado– diferentes elementos industriales como chimeneas, una torre del reloj y varias naves. Fue una de las primeras fábricas de estampación mecánica de tejidos de algodón que se instalaron en la ciudad.
Proyectado por Josep Oriol Bernadet en 1855, está catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional porque es un perfecto testimonio del proceso industrial de Barcelona (no ha sufrido modificaciones estructurales desde su creación).
¿Sabíais que Can Ricart ocupa el equivalente a cuatro manzanas del Eixample?
Actualmente, se encuentra en un estado de abandono importante, aunque se está trabajando para proyectar un campus de la UB. Algunos espacios sí tienen vida, como el Hangar, un centro abierto destinado a la investigación y la producción artística que ofrece apoyo a creadores y artistas.
Si te acercas a Can Ricart, sólo podrás ver parte del espacio desde el pasaje Emilia Coranty y desde la calle Bolivia/Espronceda.
Junto a Can Ricart y dentro del Parque Central del Poblenou encontramos la antigua fábrica Oliva Artés. Fundada en 1880 por un ingeniero mecánico llamado Andreu Oliva Gallamí, la Constructora de Máquinas, se trataba de un taller para la reparación, la construcción y la compraventa de máquinas diversas. Actualmente, la antigua fábrica Oliva Artés acoge la sede del Museo de Historia de Barcelona dedicada al periodo contemporáneo.
[MUHBA Oliva Artés está cerrado por reformas de ampliación y rehabilitación.]
Volvemos a coger la calle de Pere IV, la antigua carretera de Mataró, dirección Badalona, hasta que llegamos a una zona de fábricas y pocos edificios residenciales, justo pasado Bac de Roda. A mano derecha encontraremos Ca l’Alier, un edificio de tres naves restaurado con mucho estilo que actualmente es el Centro de la Innovación Urbana de Barcelona gestionado por la fundación BIT Habitat y un espacio de investigación de la internet de las cosas liderado por la multinacional Cisco.
Pero muchos años antes de ser un lugar tan tecnológico, Ca l’Alier comenzó siendo una fábrica de tintes (1853). Los tintes dieron paso a los tejidos de yute a inicios del siglo XX hasta su declive, que comenzó durante la década de 1980, cuando el espacio fue alquilado a diferentes artesanos. El edificio sufrió dos incendios en los años 2005 y 2007, y en 2011 se decidió recuperarlo.
La última parada de nuestro recorrido la dedicamos a La Escocesa, un centro destinado a artistas emergentes situado en una antigua fábrica textil casi en ruinas que está en la misma calle Pere IV, a sólo 200 metros de Ca l’Alier dirección norte. El primer edificio del conjunto industrial de La Escocesa fecha de 1852. Se trata de un complejo industrial dedicado a la elaboración de productos químicos para la creciente industria textil. A partir de 1877 comienzan a instalarse otras empresas. Recibe este nombre, ya que una de las empresas que ocuparon una gran parte de la fábrica fue Jonhston, Shields y Cia – La Escocesa, que alquiló el complejo entre 1894 y 1984.
A partir de 1999 el espacio se reconvirtió en un centro de creación artística donde disponen de talleres diferentes artistas emergentes de la ciudad. Desgraciadamente, el espacio no está abierto al público, aunque de vez en cuando organizan puertas abiertas. Vale la pena verlo por dentro y admirar la variedad de murales que ahora ocupan las paredes.
Por cierto, si os giráis veréis la parroquia Sagrado Corazón (1926), obra de Enric Sagnier, enterrado, precisamente, en el Cementerio del Poblenou.
Esperamos que esta corta introducción al legado industrial del Poblenou os haya despertado el apetito de conocer más. Hay muchas más fábricas que no hemos mencionado pero que también son dignas de conocer, como Can Saladrigas, Vapor Llull, Can Gili Vell, El Cànem… y muchas otras que fueron una pieza fundamental del motor económico del país durante más de un siglo. ¡Os dejamos una vista aérea de cómo era el Poblenou en 1974!
Si os gusta el Poblenou, os recomendamos que sigáis @instapoblenou en Instagram, ¡un perfil que alimentamos con fotos de la comunidad desde 2014!
Inicio | Bar Fisterra (Diagonal/Selva de Mar) |
Final | La Escocesa |
Distancia aproximada | 9 kilómetros |
Duración aproximada | 4 horas |
Temática | Historia |
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Fotos y textos: Bromptolona
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